Emprender con acento de mujer

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Por: Dra. Vera Cabrera Dekovic (Consultora y Coach. Presidenta del Ceo Standing Perú Consulting, Directora Ejecutiva Nacional en Red Científica y Tecnológica del Perú)

En América Latina, en donde hay más de 310 millones de mujeres, emprender ciertamente es una necesidad de empoderamiento, es una constante para jóvenes que encuentran en el machismo, los embarazos no deseados, capítulos de violencia doméstica y también la falta de escolaridad un camino a la superación personal y familiar,  el fomento de ese don de emprendimiento femenino es muchas veces la oportunidad de solventar un futuro y una familia, un puente laboral frente a barreras sociales que viven  miles y miles de mujeres  para alcanzar su crecimiento personal.

En dicho contexto del siglo XXI, hablamos desde la naturaleza femenina y la experiencia profesional y empresarial acumulada, existe pues una tendencia cada vez mayor hacia el autoempleo y los emprendimientos liderados por mujeres, muchas de ellas jefas de hogar, aunque quizás por distintos motivos, y seguramente en condiciones totalmente diferentes en los países desarrollados y subdesarrollados.

Cifras dadas a conocer el 2019 en Bogotá durante la «II Reunión de Alto Nivel: El aporte de las mujeres a la Agenda 2030», indicaron que en Iberoamérica un 29 % no tiene ingreso propio y el 9 % de ellas está sin empleo; Además, según ONU Mujeres, el 59 % de las «mujeres más vulnerables» en esta región son madres a los 19 años como promedio. Ni hablar de las condiciones presentes en el marco de la presente pandemia global, asunto que obligado a cientos de miles de mujeres a reinvertirse para alcanzar el sustento diario o bien acompañar el proceso de llevar pan a casa.

Por ello, es importante meditar sobre el rol de la mujer en proceso de creación de emprendimiento, hacer empresa y aportar a sus núcleos familiares, no olvidemos que «crear un negocio surge como una forma de compaginar el trabajo con las responsabilidades de cuidado familiar y para muchas es la única opción de obtener ingresos», así lo consigno la responsable de Empoderamiento de la Mujer de la Fundación Microfinanzas BBVA, Laura Fernández en un seminario orientado a mujeres empresarias.

Emprender y crear es sin lugar a dudas un ejerció complejo y difícil, especialmente siendo mujeres, pero este esfuerzo es determinante como modelo de transformación de vidas, la nuestra y de nuestro entorno, es un camino muchas veces muy difícil, pero que vale la pena caminar.  De este modo, el emprendimiento se convierte en un «antídoto» contra la discriminación laboral y otras barreras de acceso al empleo formal, la valoración social y personal de nosotras.

Por su parte, el Organismo Iberoamericano de Juventud (OIJ) dio a conocer recientemente que en Latinoamérica el porcentaje de mujeres jóvenes que emprenden como salida laboral duplica al de los hombres.

Al hablar de Perú, datos oficiales indican que la participación de las mujeres en el mercado laboral dio un salto importante al pasar del 46 al 54 % entre 2017 y 2019 en términos de inclusión en varios sectores de la economía.

A esto se suma el hecho de que en 2017 la tasa de desempleo anual de las peruanas fue del 12,3 % frente al 7,2 % de los hombres, y que el número de ellas que ganaban menos de un salario mínimo mensual (53,4 %) fue más que el de ellos (41,7 %).

Claramente uno de los principales retos en América Latina es el empoderamiento económico de la mujer, en especial para proyectos vinculados al emprendimiento, es claro que la inclusión financiera de las personas más desfavorecidas a través de las finanzas productivas para mejorar su calidad de vida y contribuir a su desarrollo, es obvio que este asunto es algo urgente y necesario. En Latinoamérica la pobreza es mayoritariamente femenina y que muchas veces ellas tienen dificultades para acceder al mundo laboral. Por ello el emprendimiento es muchas veces una salida para su desarrollo: “Las mujeres son capaces de crecer más rápido, generan excedentes y acumulan activos mucho más rápido que los hombres”, recordemos pues que el crear valor, liderar empresa y sumar bienestar a nuestra familia también tiene nombre de mujer, acento femenino y espíritu de crecer en igualdad y buenas prácticas.

En suma, emprendimiento en algunos casos, es una opción y en otros simplemente una necesidad tal como nos revelan las cifras, pero siempre será una vitamina, un puente a un mejor pasar, una independencia económica y un aporte a nuestras comunidades y territorios. Durante el siglo XX, las mujeres nos hemos incorporado al trabajo, y ahora, en el siglo XXI, nos estamos convirtiendo en emprendedoras y empresarias, caminar hacia adelante nuestro compromiso para fortalecer logros, autoestima y familia.