La hostilidad hacia Vinicius es real: con nombres, fechas y juicios judiciales.
Ha sido insultado en estadios en toda España. Testificó en el juicio después de que un maniquí negro con su camisa se colgó en el puente.
Vio a los fanáticos en Valencia y Mallorca siendo sentenciados a la libertad condicional por abuso racista, gracias en gran parte a los esfuerzos de La Liga para garantizar que estos comportamientos no estén impunados en la cultura judicial que ha condonado durante mucho tiempo el idioma y “bromear” del fútbol.
Sin embargo, cada vez que reacciona, apunta a las gradas, le pide al árbitro que tome medidas, se niega a fingir que no ha sucedido, la misma voz vuelve: “Sí, lo insultan, pero debería haber tenido un rendimiento mejor”.
Era como si su protesta y su provocación no fueran del mismo lugar. Sus gestos, su enojo, su resistencia provienen de vivir en un entorno que requiere que sonríe cuando es insultado.
En España, convertirse en un jugador de fútbol negro debe jugar al fútbol bajo un escrutinio constante. Cada acción se convierte en evidencia en los juicios culturales. Cada expresión es juzgada por la necesidad de una mirada suave.
El fútbol español insiste en que no existe racismo, y tal vez eso sea parte del problema. El prejuicio no se grita en voz alta, sino algo. Se susurra a través de comentarios, codificados en tono.
Esta es la existencia de Vinicius: ser usted mismo mientras mide constantemente la comodidad de los demás.
Este juego se lleva a cabo todos los fines de semana en el estadio y el estudio. Su baile está lleno de alegría, pero también lleno de resistencia. Su ira no es voluntaria, pero protección.
El código moral de España todavía confunde la calma con la virtud. Recompensa a los jugadores que permanecen tranquilos, nunca desafían a la multitud y están en línea con la imagen de una estrella educada. Pero el código está construido en un mundo de fútbol que ya no existe.
Los jugadores de hoy ya no son ídolos silenciosos. Son ciudadanos globales, artistas, marcas y, a veces, activistas. La visibilidad es una herramienta. Vinicius entendió que su existencia y su resistencia tenían sentido.
Sin embargo, muchos públicos no reconocen este coraje, pero lo ven como una provocación. No fue mal entendido por su mal comportamiento; Fue incomprendido porque su existencia perturbó la vieja certeza sobre quién definió el respeto.
También representa algo más: la transición de jugadores de fútbol a narrativas públicas. Los jugadores modernos no solo juegan, juegan. Construye su identidad a través de las redes sociales, el patrocinio, la marca personal.
Las celebraciones de cumpleaños de Lamin Yamal (Luxury, Lights, Wonders) son el sello distintivo de este nuevo mundo. Su presentación puede interpretarse como autenticidad, un abrazo de la fama moderna.
Sin embargo, Vinicius fue tratado de manera diferente. Su voz es ruidosa, pero su voz tiene un propósito.
Se encuentra en la encrucijada del fútbol, la raza y las celebridades modernas, una figura en el mundo de la sociología y el deporte.
No es solo un extremo; Es un símbolo de una nueva generación de atletas que se niegan a limitarse para adaptarse a las comodidades de los demás.
Vinicius no necesita hacer cambios, España puede entenderlo. España necesita un cambio para entenderse a sí mismo.