A medida que la inteligencia artificial se filtra en todo, desde nuestros teléfonos hasta nuestros parlantes inteligentes, cada vez es más difícil ver dónde termina la tecnología y dónde comienzan nuestras decisiones. Y según un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Queensland y la UNSW, ese es exactamente el problema. Advierten que la “IA-ficación” de la vida cotidiana está impulsando silenciosamente las emisiones globales, no sólo quemando electricidad, sino entrenándonos para comprar más cosas.
Qué pasó y el impacto ambiental oculto del consumo impulsado por la IA
Ya sabemos que la IA tiene sed; Los centros de datos consumen grandes cantidades de agua y energía. Pero este estudio señala un costo diferente e invisible: la forma en que la IA impulsa el comportamiento humano.
Los investigadores realizaron un experimento sencillo. Hicieron a los chatbots de Microsoft, Google, OpenAI y Perplexity una pregunta neutral: “Ropa para niños”. Cada plataforma trató esto como una solicitud de compra. Inmediatamente proporcionan enlaces para comprar nuevos artículos, enumerar marcas de tendencia y señalar tiendas.
Ninguno de ellos sugirió remendar ropa vieja, intercambiarla con vecinos o comprar ropa usada, aunque estas son recomendaciones estándar de los expertos en sostenibilidad. Al convertir automáticamente una consulta simple en una transacción, estas herramientas están creando lo que los investigadores llaman “emisiones algorítmicamente accesibles”. Este es un punto ciego en la contabilidad climática: la contaminación no proviene de los servidores, sino que fomenta la producción innecesaria y las compras de IA.
Por qué es importante, por qué debería importarle a usted y qué sucederá después
Esto es importante porque miles de millones de personas utilizan estas herramientas y actualmente son más difíciles de valorar que los ahorros. El estudio señaló que, si bien las empresas de tecnología tienen largas políticas sobre “seguridad” y “desinformación”, rara vez mencionan el medio ambiente.

Sabemos que para frenar el cambio climático es necesario reducir las emisiones basadas en el uso. Pero si nuestros asistentes digitales nos presionan constantemente para que compremos nuevos productos de forma predeterminada, están trabajando activamente en contra de ese objetivo. Los investigadores sostienen que, dado que estas plataformas se benefician al conectarnos con proveedores, deberían asumir cierta responsabilidad por las emisiones que crean estas conexiones.
Los autores creen que el primer paso es simplemente reconocer que está sucediendo. La parte frustrante es que la IA puede fácilmente hacer lo contrario: puede programarse para resaltar primero los talleres de reparación locales, los servicios de alquiler o las opciones de bajo impacto.
Ahora, existe presión sobre los formuladores de políticas para que miren más allá de la simple protección de datos y consideren las implicaciones de la IA para el comportamiento ambiental. Si no abordamos pronto estos costos ocultos, corremos el riesgo de utilizar nuestros dispositivos inteligentes para socavar silenciosamente la lucha global contra el cambio climático.










